El aire retro (por el vestido y el peinado, parece años 60) queda desmentido por el tatuaje, que no era lo que solían lucir las modosas jovencitas de antaño. Ese contraste me gusta. Buena pose y vigorosa limpieza de ruido de la cual se beneficia la piel pero el cabello no tanto. Bien graduadas las luces. Lo mejor; la simpatía que destila la modelo.
Salvador Solé Soriano