Las tonalidades del anochecer (o amanecer, pues hay dos horas azules) tiñen el agua entre las rocas y alegran la oscuridad de lo que no deja de ser un contraluz. La iluminación de las casas del fondo pone un contrapunto cálido a juego con los rosas difuminados del horizonte (y en su misma línea), reforzándolos. Buen encuadre y una edición muy realista.
Salvador Solé Soriano