Sol en la escalera
Me complace ver que, tras treinta años transitando la escalera de mi casa todavía logro sacarle un encuadre. Cierto que este tipo de fotografía, a medio camino entre lo abstracto y lo desolado, no es el que más sensibilidades acaricia, pero me gusta meterme un poco en todas partes y considero que las imágenes meramente formales como esta también tienen su encanto.
Con tan honrosas como contadas excepciones, los fotógrafos que se condenaron a ganar el pan con el “arte” (o a intentarlo) cargan de contenidos ininteligibles este tipo de fotos ya que su ambigüedad se acomoda a cualquier discurso. Pero lo primero que me enseñaron en la escuela de arte a la que asistí entre los 17 y los 20 años, es que casi cualquier concepto puede colar siempre que sea lo suficientemente complejo, obtuso y abstracto. Desde entonces soy alérgico a echarle cuento “artístico” a las imágenes; si son buenas, su estética las justifica y si son malas, carecen de justificación.
Así que yo iba a tirar los reciclados de la semana a sus contenedores cuando vi este encuadre y me sedujo que la limitación de rango dinámico de mi cámara crease una figura geométrica irregular con cero volumen; como un agujero recortado en la foto a tontas y a locas. Además, la austeridad del entorno aportaba un minimalismo apetitoso de componer. Y ya está; desde mi punto de vista, la imagen NO “expresa la soledad en el descenso temporal de la existencia, donde las luces inmisericordes de la realidad hieren con sus aristas nuestros recorridos vitales.” (¡Ja!) Esta foto, desde mi punto de vista - y tal como he dicho al principio - es un juego formal, compositivo y pro-minimalista. Pero nada más. Lo que los demás quieran ver, ya es cosa suya; les reconozco el derecho, por supuesto.
Cámara Canon Powershot G1X Mark II, a pulso.
Iso:100
Exposición (v):1/40 de segundo.
Apertura (f):6.3
Dolores Salvador D.